lunes, 15 de diciembre de 2014

¿La palabra "lucha" es negativa?


Estas semanas, y como siempre en estas fechas, las organizaciones y grupos de trabajo en los que participo acostumbran a organizar las últimas reuniones del año. Algunos aprovechan para hacer balance y compartir los resultados del periodo, otros para proponer nuevos retos y marcar objetivos, y los más, simplemente compartir reflexiones, chequear opiniones y crear nuevas inquietudes y líneas de trabajo.

En este último caso se encuentra la mesa de trabajo organizada por la FUNDACIÓ Cat Dem , con la participación de representantes de las áreas de la cultura, las asociaciones y la política, así como la presencia de Montse Gatell , presidenta del Institut Català de les Dones donde se compartía y analizaba el trabajo de Sílvia Requena “EL LIDERATGE DE LA DONA EN LA NOVA CIUDADANIA”, título que podía prestarse a equivocación, pero que por su contenido dejaba claro se refería a la nueva sociedad que se está gestando.

Todos los asistentes, hombres y mujeres, coincidíamos en sensibilidad y objetivos, así como en el deseo de trabajar para crear un mundo mejor, superando los obstáculos y derribando barreras para conseguir este reto. Coincidimos también en que la democracia no es perfecta, pero sí tiene la voluntad de conseguirlo y por ello debemos trabajar para hacerlo posible.

La sesión de trabajo estaba pensada para avanzar y recopilar ideas de cómo crecer más para repartir mejor en un estado de bienestar, repartiendo en igualdad entre personas, premiando la meritocracia y el esfuerzo, independientemente del sexo de quien consiga los logros.

Estuvimos de acuerdo también en que hay un estilo de liderazgo típicamente femenino, caracterizado por grandes dotes de persuasión, donde la mujer directiva estimula al detalle cada uno de los potenciales de la unidad para que aporte lo mejor al equipo, la comunidad, la sociedad…

Por mi parte observé, y así lo mencioné, que la palabra “lucha” en vez de “trabajo”, aparece demasiado en discursos y mensajes que ya están obsoletos e inadecuados para la etapa que estamos viviendo y los cambios que pretendemos instaurar.

A mi entender, la palabra “lucha” genera rechazo en quien la escucha y, en muchos casos, bloqueo y negación del mensaje que queremos transmitir. La crítica y la criminalización, implícita muchas veces en el vocabulario adquirido en épocas anteriores, sigue generando desconfianza y falta de colaboración, algo necesario para conseguir propuestas y acciones conjuntas para que la sociedad avance con una visión e influencia “igualista” y no machista o feminista, porque ambas son negativas para una sociedad en equilibrio.

La mayoría de las mujeres no son una subesencia ni complemento del hombre, sino un ente independiente, a la que debemos evitar victimizar, si realmente deseamos que todas las personas sumen en vez de complementarse, rompiendo el círculo vicioso en el que aún nos empeñamos en permanecer muchas veces.

Todas las personas tienen derecho a recibir la educación y formación necesaria para desarrollar sus capacidades y aportar lo mejor de sí a la sociedad. La primera fase empieza en la infancia a través de la educación y el ejemplo familiar. Los padres somos responsables de la “programación” neurolingüística de los futuros dirigentes de la sociedad, si nuestros mensajes o conducta son incoherentes, no sólo les estaremos creando conflictos, sino patrones de conducta que seguirán recreando los roles que criticamos.

Tal vez muchas mujeres que “luchan” por la igualdad de la mujer, deberían ser coherentes y renunciar a la protección económica de sus parejas, para poder hablar con propiedad y conocimiento de lo que sienten las demás. Lo mismo que muchos hombres que “colaboran” en el mantenimiento del hogar, deberían preguntarse si les gustaría el mismo trato para sus hijas o tener una pareja como él para sí mismo.

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