sábado, 6 de agosto de 2011

Hiroshima y Nagasaki 66 años.


El seis de agosto de 2007 asistí en New York a una de las ceremonias más solemnes a las que haya podido asistir en mi vida, se trataba de una ceremonia en recuerdo de las víctimas de Hiroshima y Nagasaki en el 62 aniversario de los bombardeos atómicos que devastaron a ambas ciudades matando en el acto a cientos de miles de personas, aunque otras tantas morirían después como consecuencia de los efectos secundarios de la radiación. Casi todos eran civiles: hombres, mujeres, niños y ancianos que nada tenían que ver con la guerra ni las ansias de poder y destrucción de políticos y militares. Desde entonces muchas otras personas han muerto de cáncer atribuidos a la exposición a la radiación liberada por las bombas.

Durante la ceremonia, que casi pasó inadvertida porque no se hizo ningún tipo de publicidad, los allí presentes –un centenar como mucho– ,temblamos ante la solemnidad de los golpes al gong que el monje efectuaba –uno por cada año pasado–, y nos estremecíamos con las vibraciones invisibles que conseguían traspasar nuestra piel y tocar nuestras emociones más recónditas.

Después, cada uno con un collar de colores que significaba vida y alegría ,y que el monje nos fue colocando con una inclinación de cabeza, encendimos unas velas especiales e iniciamos una procesión, totalmente silenciosa y en fila de uno, que acabó unas manzanas más allá entrando en la iglesia donde se oficiaría una ceremonia en japonés y se tocarían instrumentos musicales de ese país.

No entendí nada, pero mientras escuchaba la música, contemplando a hijos y nietos de las víctimas, e incluso a algún superviviente, me preguntaba cómo el ser humano podía ser capaz de barbaries semejantes. Hoy, cuatro años después, cuando por la fuerza de la naturaleza, otro gran desastre ha estado a punto de provocar muchas más muertes, mientras escuchaba al primer ministro de Japón, Naoto Kan, repetir la promesa de que el país será menos dependiente de la energía nuclear, me volvía a preguntar, ¿acaso necesitamos más advertencias de que no lo podemos controlar todo, hasta donde la estupidez humana?

1 comentarios:

  • Ino dijo...

    No creo que necesitemos más advertencias sobre el tema. Puesto que cada vez que una cosa de estas "advierte", es para echarse a temblar. Lo que necesitamos es más educación que vaya encaminada a enseñar a que el ser humano debe de vivir en perfecta simbiosis con la naturaleza y el planeta. No sé si habremos cruzado ya la línea de no retorno del planeta pero si no es así, creo que estaremos muy cerca de ello. Es tiempo de rectificar de errores pasados aprendiendo de ellos. Caminar hacia nuestra autodestrucción no es precisamente ningún síntoma de inteligencia y de sentido común. Pero el ser humano ya se sabe, es capaz de lo mejor y también de lo peor. O si no, a Hirosima nos remitimos. Un saludo cordial, Carmen.

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