La infertilidad no es culpa de la mujer
El tema de hoy en el programa de radio donde colaboro era la infertilidad. Me molesta enormemente que cuando se aborda este tema se responsabilice, e incluso culpe, a la mujer de ello. Lo curioso es que todos se creen con derecho a opinar aún sin tener conocimientos sobre ello. Quiero dejar claro que el problema de la infertilidad no es culpa de la mujer, aunque sí es cierto que la responsabilidad de la gestación es totalmente nuestra, no lo es la concepción que es responsabilidad de ambos.
Sí es cierto que cada vez hay más dificultades para concebir “en el momento deseado”, y por ello se habla tanto de la infertilidad, pero no es por la incapacidad biológica de concepción de la mujer. Se considera que la imposibilidad de concebir se debe en un tercio a causas imputables a la mujer, un tercio al hombre y el otro tercio a factores diversos tales como el estrés.
En realidad, el problema principal en cuanto a la mujer se refiere es sobre todo el retraso de la maternidad: la edad biológica ideal para tener hijos se sitúa entre los 20 y los 30 años. Sin embargo, hoy se tienen a partir de los 30 y cada vez más cerca de los 40, cuando las posibilidades de un embarazo son sólo del 5% en cada ciclo.
Según la Dra. Marisa López-Teijón, Directora General de Institut Marquès, “la mujer nace con una dotación ya establecida de óvulos que desde la primera regla se van perdiendo y envejeciendo. De tal manera que a los 35 años quedan menos -sólo el 10%- y son de peor calidad ya que el paso de los años provoca alteraciones en el proceso de meiosis de sus cromosomas”.
Estas alteraciones cromosómicas son más frecuentes a medida que aumenta la edad de la mujer y hacen que en la mayoría de los casos, el embarazo no se produzca o no evolucione. Según datos del Institut Marquès, a los 35 años el 40% de los embriones de una mujer son anómalos; a los 38 años un 65%, y a los 41 años, un 80%. Razón por la cual se ha trabajado en nuevas técnicas para frenar la presión del reloj biológico. Por ejemplo la vitrificación de óvulos, que permite que una mujer pueda congelar sus ovocitos cuando éstos todavía son jóvenes, para utilizarlos al cabo de unos años, en el momento en que decida ser madre.
En cuanto al hombre una de las mayores causas es el deterioro de la calidad del semen. La disminución de la calidad seminal en los países industrializados no es un fenómeno nuevo; los primeros datos se constataron hace más de 30 años, y desde entonces hasta ahora la OMS ha tenido que ir bajando el listón de lo que consideraba normal para adaptarlo al paulatino descenso cualitativo observado en la población masculina. De esta forma, en tan solo 25 años la OMS ha pasado de considerar normal una concentración de 100 millones de espermatozoides por mililitro de semen a rebajarlo más de un 75% hasta 20 millones, y plantearse reducirlo todavía más hasta los 15 millones de espermatozoides/ml. Las razones de esta caída en picado no hay que buscarlas en los hábitos de vida clásicamente considerados nocivos para la fertilidad. Según varias investigaciones la clave está en la contaminación industrial por sustancias químicas y se explica por la acción sobre nuestro organismo de compuestos de uso habitual en la industrial y la agricultura conocidos como “disruptores endocrinos” que afectan a nuestra salud y muy especialmente a la fertilidad masculina en la fase embrionaria.
Por lo tanto queda claro que la infertilidad no puede adjudicarse a la mujer sino a ambos miembros, en la mujer porque a partir de cierta edad se va quedando con menos cantidad de óvulos. En el hombre porque la calidad del semen se ha deteriorado drásticamente en los países industrializados.
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