domingo, 29 de diciembre de 2013

La generación estafada

Cuando éramos jóvenes e idealistas nos hicieron creer que si trabajábamos, estudiábamos y nos esforzábamos conseguiríamos todo lo que nos propusiésemos. De esta manera, todos los que hoy tenemos entre 45 y 60 años, trabajamos en nuestra adolescencia 48 horas semanales (después pasamos a 44 y posteriormente a 40, con las huelgas reivindicativas necesarias–que aún servían para algo– porque creíamos en los sindicatos y veíamos los resultados) nos hemos convertido en una generación estafada.

Empezamos a trabajar a los catorce años, a contribuir a mantener el sistema público de pensiones que algún día también nos alimentaría a nosotros, aunque ahora lo vemos peligrar por la mala gestión de unos ineptos que nosotros mismos elegimos. Seguimos estudiando quitándonos horas de sueño, de diversión o simplemente de compartir con nuestra familia.

La clase media trabajadora creció en nuestro país, todos pudimos tener coche, piso de propiedad, vacaciones, e incluso algún suertudo pudo adquirir una segunda vivienda. Escuchábamos a nuestros padres explicarnos sus penas de posguerra, el hambre que pasaron, su miedo a los guardia civiles, la leche en polvo que les daban en el colegio o los alimentos de los comedores sociales, etc., etc. Escuchábamos sus “batallitas” pensando que a nosotros nunca nos podría pasar algo así…

Desgraciadamente hoy son muchas las personas de ¿mediana edad?, que están en la misma situación que lo estuvieron nuestros padres en la posguerra, que ven como sus hijos son atendidos por los servicios sociales o la solidaridad de otros con más suerte, con la diferencia de que nuestros abuelos no habían vivido una situación mucho mejor y no tenían nada que añorar. Personas que se formaron, que trabajaron y se esforzaron para tener una vida mejor que sus padres, y lo más importante, ofrecer a sus hijos un futuro mejor.

Muchos de los que hoy tenemos más de 45 años hemos visto como nuestros sueños se trucaban, cómo las ideas que nos habían inculcado sólo han servido para que los ricos fuesen más ricos, apareciesen nuevos especuladores sin escrúpulos que amasaban sus fortunas aprovechándose de las miserias de los demás. Ladrones "Cum Laude" educados en las mejores escuelas, siguiendo la tradición familiar, que han fabricados leyes a su medida para poder quedar indemnes a sus fechorías financieras, hayan conseguido que la sociedad de bienestar de la mayoría, que compramos a plazos, cayese en picado.

Muchos de mis amigos han emigrado, nuestros hijos tendrán que hacerlo porque aún teniendo una formación excepcional (una o dos carreras y algún máster), no tienen futuro en un país donde lo importante no es la aptitud, sino los contactos para encontrar un mísero trabajo con el que malvivir o alguien que te eche una mano para poder demostrar tu valía (si eres mujer, desgraciadamente, puedes encontrar quien te quiera echar dos o alguna cosa más), algo de lo más denigrante, impensable hace unos años y de lo que algunos desalmados vuelven a aprovecharse.

Hace unos días vi a un señor cogiendo con cierta facilidad cartones de un contenedor, no entendía esa facilidad con que lo hacía hasta que al irme acercando vi la manita de un niño salir del contenedor e irle pasando los cartones. Miré para otro lado con lágrimas en los ojos, era un vecino del barrio, hace años lo veía salir de casa con su traje y maletín, ahora malvive con su madre pensionista y sus dos hijos. Es otro de los estafados que vio como sus esfuerzos no sirvieron de nada.
Mientras tanto, aquellos que nos prometieron una sociedad de bienestar siguen viviendo tan bien o mejor que nunca. No sólo tienen su futuro asegurado, sino también el de sus vástagos, a base de conseguir trabajos de “asesor” en múltiples empresas “semipúblicas” o “semiprivadas”, que viene a ser lo mismo, porque son los mismos amigos los que manejan los hilos.

De seguir así, en poco tiempo nos convertiremos en un país envejecido de asesores ricos, (expolíticos o familiares de estos en su mayoría), mediocres enchufados, pensionistas cada vez más pobres y sin jóvenes talentos profesionales que se ven obligados a emigrar a otros lugares donde poder utilizar sus conocimientos (pagados por sus padres con el sudor de su frente en nuestro país).

En fin, que te paras a hacer balance, queriendo desear una Feliz Navidad y próspero Año Nuevo, y sólo puedes desear (que eso aún no lo han prohibido), pero lo de próspero… lo de próspero mejor lo dejamos, porque casi suena ofensivo para la mayoría, y los que sí que lo tendrán sin duda, prefiero no deseárselo porque será a cuenta de los demás, entre los que me incluyo.

Así que para acabar el año sólo se me ocurre un brindis por la generación estafada, porque un día fuimos ingenuos e idealistas, luchamos y nos esforzamos y porque, qué narices, nos lo merecemos.