jueves, 4 de abril de 2013

Hijos de nuestro tiempo

Como tantos otros creí en los valores que se me inculcaron desde la infancia, donde con esfuerzo y mucho trabajo podías conseguir alcanzar tus sueños. Lejos de la realidad que les tocó vivir a nuestros padres y abuelos, sobrevivientes de una posguerra donde el servilismo y la sumisión eran necesarios para superar el día a día.

Impotente, he descubierto que muchas cosas no han cambiado en absoluto o resurgen cada día con más fuerza. Las “batallitas” que nuestros abuelos nos explicaban al calor del fuego y que nos parecían imposibles, siguen estando vigentes en nuestros días.

Se sigue premiando el amiguismo y no la meritocracia, los favores se pagan con favores aún mayores que casi siempre tienen que ver con las malas artes, el engaño y el “abusismo”, económico, profesional, político, etc.

Es por ello que desde hace un tiempo me siento huérfana de ideales. No porque yo no los tenga, sino porque cada día me demuestran que quien no los tiene son aquellos que nos han hecho creer que trabajarían para lograr una sociedad mejor entre todos. Ese “entre todos” se ha convertido en un “tú trabaja y yo me quedo con el fruto”.

Los príncipes azules (o princesas) de los cuentos de mi niñez ya no existen, y a este paso acabarán todos entre rejas.

Las luchas sindicales de mi juventud, se han puesto en entre dicho al descubrir que algunos de estos “defensores de los derechos del trabajador”, también se dedicaban a llenar sus bolsillos a manos llenas y a favorecer a su entorno quitándoselo a los verdaderos destinatarios. Espero que los que lo han hecho también paguen por ello.

Los políticos que resurgieron con el final de la dictadura, haciéndonos creer que la democracia era posible y que todos juntos conseguiríamos esa sociedad de bienestar que todos anhelábamos, han demostrado que ésta sólo era para unos cuantos y que todo aquello que algunos predican es totalmente contrario a sus actos, ofendiendo además nuestra inteligencia con sus comentarios escapistas, cobardes y vacíos para no asumir sus responsabilidades amparados en leyes que ellos mismos “fabrican” a su antojo y necesidad.

Sólo espero que la justicia, que debería ser sinónimo de ley, se impongan y todos aquellos corruptos, mentirosos, ladrones y soberbios, paguen por lo que han hecho, devolviendo lo que han robado y malversado. Aunque ahora que lo pienso no sé si habría cárceles para todos, ni tampoco si muchos jueces se atreverán a tratar a todos por igual.

Sólo así conseguiremos que nuestros jóvenes vuelvan a tener ideales, trabajen para conseguir una sociedad mejor y la esperanza y la ilusión regrese a nuestro país. Si no es así, ¿qué mensaje podemos transmitir a nuestros hijos para que sigan preparándose y aporten todo su potencial para salvar a una sociedad cada vez más caduca y decadente?

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